Son estos momentos de extremo riesgo para nuestra economía. No sólo por las cifras coyunturales, que van desde el desplome de la producción industrial, a la persistencia de un creciente endeudamiento a través de a balanza por cuenta corriente, a la morosidad empresarial, a la altísima cifra de parados, o al fuerte riesgo país que nos sitúa en un grupo de naciones de las que conviene desconfiar. También por algo estructural que perfectamente indicaba Emilio Ontiveros en su «Introducción. Crisis con personalidad», al libro de obligada consulta, de Analistas Financieros Internacionales, «La crisis financiera: su impacto y la respuesta de las autoridades» (Empresa Global, 2009) al escribir que «la excesiva demora en la normalización de los mercados de crédito ya está penalizando de forma significativa a las economía más dependientes del ahorro del resto del mundo: Estados Unidos y España. El racionamiento de la inversión crediticia está teniendo consecuencias evidentes, pero serán más explícitos sobre la inversión empresarial y el empleo durante los próximos meses, a medida que esas restricciones se extiendan a otros sectores, además del ya paralizado de la construcción residencial. En ambos países, el ritmo de crecimiento del crédito ya está en los más bajos registros de las últimas décadas».
El único optimismo posible, procede de que esas frases de Ontiveros encajan con las que el 8 de febrero de 2009 sostenían en el suplemento económico EMPRESA de ABC, Pedro Schwartz, Carlos Rodríguez Braun y Fernando Fernández, o lo que desde la tribuna del Colegio Libre de Eméritos en el reciente ciclo sobre la crisis económica exponían Linde de Castro, Jaime Lamo de Espinosa, Jaime Requeijo y Antonio Torrero, o lo que escuché en una reunión sobre el mismo asunto en Alicante el 29 de enero de 2009 a Juan Iranzo, a González Carbonell, a Javier Quesada, o lo que en Sevilla el 5 y 6 de febrero de 2009, afirmaban Manuel Lagares, Rocío Sánchez Lissén, Fernando Navarrete o Camilo Lebón, o lo que leemos en Cinco Días firmado por Carlos Sebastián y por José Barea, o en La Gaceta de los Negocios por Francisco Cabrillo y Antonio Argandoña, o en Expansión, por Cuadrado Roura, o en El Economista por Bernaldo de Quirós, o la serie que firmada por Sala i Martin ha aparecido en La Nueva España. O lo que he escuchado en la COPE a José Raga, o de Recarte en Libertad Digital, o en la CNN de Juan José Toribio. La lista, afortunada, no es completa ni mucho menos.
Este alud de economistas pasa a ser un activo para que España no quede hundida, tras esta crisis en un pozo sin salida de ningún tipo. Una y otra vez es preciso consultar los últimos párrafos de la «Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero» de Keynes. Ahí, en las páginas 383-384 de la primera edición (Macmillan, 1936) de esa obra extraordinaria, se puede leer: «Las ideas de los economistas y de los filósofos políticos, tanto cuando son correctas como cuando están equivocadas, son más poderosas de lo que comúnmente se cree. En realidad, el mundo está gobernado por poco más que esto». Claro que esta influencia, añade, no tiene lugar, «en forma inmediata, sino después de un intervalo».
A veces éste es largo. Preguntaba yo a Ullastres por qué, con una reserva de divisas a cero se había atrevido, en el año 1959, a abrir nuestra economía y me replicó: «Porque en 1936 había leído ´De Economía Hispana´ de Perpiñá Grau y había comprendido que si se cerraba frente al exterior, España se hundiría en la miseria». Quizá la explicación de ese retraso de más de veinte años sea la escasez, entonces, de economistas. A Keynes, por ejemplo con los famosos Informes de Beveridge, solamente seis años después, orientaba a Gran Bretaña. Este clamor que ahora se alza, en lo que yo he documentado, a partir un ensayo aparecido en el año 2003 y del que era autor Jaime Terceiro, es posible que esté a punto de cristalizar.
Pero ante las murallas de Jericó de quienes creen que nuestros males son sólo importados y no propios, conviene que los economistas no decaigan en su trompeteo.
en si esta de acuerdo o desacuerdo con el pensamiento de Keynes? porq?
Publicado por: hanna | 08/09/2009 en 08:24 a.m.