
Hace un mes que finalizaron las Elecciones Generales y las urnas le abrieron nuevamente las puertas al Partido Socialista Obrero Español,
PSOE. Durante cuatro años, que parecían interminables, dado el estado de crispación que se produjo durante la pasada legislatura, se hicieron muchas cosas y otras tantas quedaron por hacerse, sin embargo, el país no se rompió, los españoles, no dejaron de ser españoles, salvo aquellos que no se comportaron como tales.
España creció, sin necesidad de que Zapatero se arrodillara delante de
George Bush. Los pobres siguieron siendo pobres y, los ricos, quizás, un poquito más acaudalados. Los enjuiciados por el 11-M recibieron una sentencia ejemplar. ETA cayó en su propia trampa, al no entender el juego democrático y las exigencias de los ciudadanos libres. El PP que auguraba el Apocalipsis o el fin de España, sólo pudo anunciar el parto de una niña, que según dicen aún está por nacer, porque la que han sacado a la palestra ya está mayorcita y con ganas de dar caña, para no demeritar a su progenitor.
Las víctimas del terrorismo no fueron bien orientadas en sus aspiraciones y en algunos momentos, algunos, pasaron del dolor a la ira y de esta a la venganza, sus razones a veces pueden ser entendibles, pero los derechos frente a la violencia, se reclaman desde la serenidad y por medio de la justicia.
Los precios de los productos básicos subieron una barbaridad: el pan, la gasolina, el agua, la leche, la luz y todo aquello que se vende han disparado sus precios, sin que los salarios compensen. Y las hipotecas, ni se diga.
Una inmensa cantidad de inmigrantes sigue indocumentada, deambulando por las calles de los pueblos de España, desorientada, al ver cómo se le diluye el sueño que traían de convertirse en ciudadanos libres y poder trabajar para enviarles dinero a sus familias para que se alimentaran. El paro sigue llenándose de parados. La economía, a nivel internacional está a punto de caer en recesión. En el mundo siguen habiendo guerras; la Unión Europea fortalece la OTAN y los gobiernos siguen mandando hombres a Afganistán, a Irak y a otros puntos calientes del planeta, ya no por el cambio climático, sino por el clima de tensiones provocado por las desigualdades sociales que padecen esos pueblos. La Antorcha Olímpica se ha convertido en una antorcha política, que se enciende y se apaga, de acuerdo al país por donde pasa.
En política, desde los tiempos de las polis, para que sus efectos sean productivos, se necesitan cambios. Todo aquel que ha intentado maquillar un sistema o a un partido, ha caído en su propia trampa.
El buen político es el que sabe que nada es para siempre y, que ese siempre, también significa ahora. Porque a veces, pensando que mañana lo hará mejor, lo que hace es retrazar el proceso del que han de surgir los cambios para que las ideas se conviertan en realidad.
Una nación, grande o pequeña, no se hace sólo por la voluntad de un partido. En política, como en casi todas las cosas de la vida, la soledad no es recomendable. De ahí que, este nuevo gobierno debe buscar la unidad de todos y trabajar con todos, en aquellas tareas donde todos hagan falta.
El diálogo debe primar en todas las cosas. Diálogo abierto, sincero, sin tapujos, porque si alguien sabe lo que quiere y cuándo lo quiere, ese el pueblo, pero también se hace necesario saber orientarlo, para no caer en el disparata y la anarquía, sobre todo, cuando sabemos, que existen muchos malintencionados que se ocultan detrás de las pancartas, la bandera y el falso patriotismo y siempre andan buscando la forma de figurar a cualquier precio.
Los políticos deben hacer política, no politiquería. La prensa, radial, escrita y televisiva, debe informar con claridad y objetivamente, no desinformar, o andar creando conspiraciones y alentando cazas de brujas. Los ciudadanos han de ser informados sin andarse con tantos sensacionalismos, en un lenguaje claro, preciso y si es posible educador.
Asimismo, la educación para la ciudadanía debe llevarse a buen puerto, clarificando aquí, los puntos oscuros, allí las partes dudosas, porque es una buena manera de formar ciudadanos. Porque, como se sabe, la educación de los pueblos ha de hacerse con arreglo a lo que demandan los tiempos y estos son para hombres libres, para las ciencias, la democracia y la abolición de las fronteras geográficas y mentales, que tantos daños les han hecho y les hacen a la humanidad.
La iglesia, ahora tiene tiempo para salir a buscar sus a “ovejas descarriadas”, pero no sólo fuera de las iglesias, sino, y eso en primer lugar, dentro de la iglesia misma. Porque no sirve a Dios quien miente, quien cabildea desde el púlpito y cierra los ojos frente a las realidades que existen en su entorno o en el mundo.
El gobierno tendrá que luchar sin descanso por poner fin al terrorismo de ETA y a todos los demás, y, como es natural, ETA tiene que mirar hacia las instituciones, abandonar, de una vez por todas, la violencia, si en realidad quiere a un país vasco en paz, grande, fuerte y próspero. Sabiendo, además, que ya no valen más comunicados anunciando treguas unilaterales, que su única tregua es el abandono definitivo de las armas, Porque esa será su mayor o su única victoria.
El diálogo, el acuerdo, la solución de los problemas, han de resolverse a través de la palabra y no con la violencia o las armas. Esa ha de ser la tónica que debe primar en España, en estos tiempos cuando las fuerzas se han de repartir con uniformidad, para luchar contra el cambio climático, la pobreza, el hambre y todas las demás tareas que nos demanda el siglo XXI.
Un mes después de la tormenta, se impone la calma. Los políticos han de ser el ejemplo y el modelo a seguir en todos los órdenes de la vida, para que los ciudadanos sigan creyendo en la política y en sus realizaciones necesarias.
El pueblo soberano ejerció su derecho, ahora los políticos han de retribuir al pueblo, con paz, solidaridad, bienestar, atención a sus demandas y sosiego, para que sea verdaderamente soberano el mandato que les han dado.
Esperemos que no se repitan los mismos guirigay y desencuentros de la legislatura pasada; que el parlamento sea la casa de la concordia, y el espejo de la nación, donde se reúnen los representantes electos por los ciudadanos, para que, civilizadamente, defiendan sus derechos y demandas, sobre la base de la lógica y la razón que les dieron los sufragios. Esperemos, que no olviden de nuevo, que el pueblo, aunque no lo parezca, toma notas.